En lo profundo del Bosque Encantado, donde los árboles susurraban secretos al viento y los rayos de sol bailaban entre las hojas, vivía un niño llamado Ethan. A Ethan le encantaba el espacio, los rompecabezas y, sobre todo, los robots. Un día, mientras exploraba un claro lleno de flores brillantes, se encontró con algo muy especial.
"¡Beep beep!" dijo una pequeña voz. Ethan miró hacia abajo y vio a Boop, un diminuto robot rojo con antenas que se movían rápidamente. Boop era un robot lunar, y sus antenas recogían los sueños de los niños dormidos. ¡Y le encantaban los abrazos!
"Hola, soy Ethan," dijo Ethan, sorprendido. "¿Qué estás haciendo aquí?"
"¡Beep beep! Necesito ayuda," respondió Boop, sus luces parpadeando. "Mi polvo estelar... ¡se ha ido!"
Ethan, intrigado, preguntó: "¿Polvo estelar? ¿Qué es eso?"
"¡Beep beep!" explicó Boop. "Es lo que uso para hacer polvo de deseos. ¡Y sin él, mis amigos no pueden soñar!"
De repente, una brisa colorida se deslizó entre los árboles. Era Frizzle, el Dragón Arcoíris, con sus escamas de un violeta azulado y una cola que dejaba un rastro brillante de purpurina.
"¡Hola, Ethan!" saludó Frizzle, su voz suave como el susurro de las hojas. "Boop y yo somos muy buenos amigos. Sin el polvo estelar, mis senderos de arcoíris se desvanecen, y eso me pone muy triste."

Ethan, siempre dispuesto a una aventura, se ofreció a ayudar. "¡Me encantan los misterios! ¡Vamos a encontrar ese polvo estelar!"
Boop, emocionado, proyectó constelaciones estelares desde sus ojos. "¡Beep beep! ¡Sígueme! Las estrellas nos guiarán!"
Así, Ethan, Boop y Frizzle comenzaron su búsqueda. Siguieron los débiles rastros de purpurina de Frizzle, que llevaban a una montaña escondida. El camino se hacía más oscuro a medida que se adentraban en el bosque, pero Ethan no sentía miedo, sólo curiosidad.
En la cima de la montaña, encontraron a Frizzle, con las escamas de color gris. ¡Algo andaba mal!
"¡Beep beep!" exclamó Boop. "¡Mira!"
Había huellas de purpurina por todas partes y un rompecabezas a medio resolver, que recordaba a Ethan su cuarto. Y un ligero olor a... ¡limones!
"¡Qué extraño!" dijo Ethan, observando las huellas. "¡Parecen hechas por algo que arrastra los objetos brillantes!"
Mientras investigaban, se encontraron con otros habitantes del bosque. Un erizo les dijo que el bosque ya no era tan brillante como antes, y que los colores se estaban desvaneciendo. Un conejito, con las orejas caídas, contó que su zanahoria favorita había perdido su color naranja.
"¡Beep beep!" dijo Boop, pensativo. "Alguien está robando la purpurina y el polvo estelar!"

Ethan, con su ingenio para los rompecabezas, se puso manos a la obra. Analizó las huellas, el rompecabezas y el olor a limones. Después de un rato, una sonrisa se extendió por su rostro.
"¡Lo tengo!" exclamó Ethan. "El culpable es... ¡alguien que ama las cosas brillantes!"
Siguiendo la última huella de purpurina, llegaron a una madriguera escondida entre las rocas. Allí, encontraron al responsable: un viejo y gruñón tejón que estaba rodeado de montones de polvo estelar y purpurina brillante, ¡y también de limones!
El tejón, al verlos, frunció el ceño. "¡¿Qué hacen aquí?! ¡Esto es mío!"
Ethan, con valentía, se acercó. "Sabemos que has tomado el polvo estelar y la purpurina. ¡Necesitamos que nos los devuelvas! Frizzle y sus amigos lo necesitan!"
Boop, con sus luces parpadeantes, se acercó al tejón y, ¡le dio un abrazo! "¡Beep beep! ¡Los abrazos son buenos!"
El tejón, sorprendido por el abrazo, se sintió un poco menos gruñón. Frizzle, con sus escamas brillando en todos los colores, le explicó la tristeza que causaba la falta de purpurina y polvo estelar. Ethan le contó lo importante que era para Boop y sus amigos.
Al final, el tejón, con una mueca, aceptó devolver lo robado. Con la purpurina y el polvo estelar restaurados, los senderos de arcoíris de Frizzle volvieron a brillar, las escamas de Frizzle recobraron su colorido, y Boop pudo hacer polvo de deseos para todos sus amigos.
Ethan se dio cuenta de que incluso las cosas más pequeñas, como el polvo estelar o un abrazo, podían marcar una gran diferencia. Y que la amistad era el tesoro más valioso.
Boop, Frizzle y Ethan regresaron al claro, con el corazón lleno de alegría. Boop le dio a Ethan el abrazo más grande que pudo, y las estrellas brillaron para celebrar la amistad y el misterio resuelto.