En un jardín secreto, donde las flores danzaban con el viento y los rayos del sol pintaban de colores cada rincón, vivían tres amigos muy especiales. Estaba Lily, que amaba las flores y los jardines, Elijah, que siempre estaba listo para una nueva exploración, y Azal, que llevaba su bolso favorito a todas partes, siempre lista para un nuevo descubrimiento.
Un día, mientras jugaban a las escondidas, Elijah gritó: "¡Miren esto!" En el centro del jardín, donde antes solo había un viejo rosal, brillaba un portal. No era un portal común y corriente, sino uno que despedía chispas de colores, como si estuviera hecho de helado y estrellas. Lily, con su curiosidad innata, se acercó cautelosamente. "¡Qué bonito!" exclamó, mientras una mariposa de alas doradas revoloteaba a su alrededor. Azal, con su bolso en la mano, también se acercó. "¿Podemos entrar?" preguntó, con los ojos brillantes.
De repente, una voz resonó desde dentro del portal. "¡Bienvenidos, pequeños exploradores!" Era Glim, el Mago de las Nieves, con una barba hecha de copos de nieve y un abrigo de helado. Glim siempre estaba sonriendo y usaba cucharas de helado para lanzar hechizos mágicos. Su castillo, hecho completamente de helado, se alzaba majestuoso en el horizonte helado.
"Este es un portal que lleva a mi reino helado", explicó Glim, "pero algo terrible ha sucedido. ¡Mis chispas mágicas han desaparecido! Sin ellas, mis hechizos no funcionan, y el invierno podría no llegar este año". Lily, Elijah y Azal se miraron, decididos a ayudar. Azal abrió su bolso, lista para guardar cualquier pista que encontraran.
"¿Qué son las chispas mágicas?" preguntó Elijah.

"Son la energía que da vida a mi mundo", respondió Glim. "Son como las estrellas que caen del cielo, pero con sabor a fresa y menta".
Así, los tres amigos y Glim, el Mago de las Nieves, decidieron entrar en el portal. Al cruzar, se encontraron en un mundo completamente hecho de helado y nieve. ¡Era un lugar mágico! El sol brillaba como un helado de limón, y los árboles eran conos de helado cubiertos de nieve.
"¡Guau!" exclamó Azal, maravillada, "¡Parece un sueño!" Lily, admirando los brillantes copos de nieve, sintió una punzada de emoción mezclada con curiosidad. Elijah, con su espíritu aventurero, observaba cada detalle, listo para comenzar la búsqueda.
Glim les explicó que las chispas habían sido robadas por un duende travieso que odiaba la alegría del invierno. Para encontrar las chispas, debían seguir un mapa hecho de chocolate que Glim les entregó. El mapa los llevaría a través de un laberinto helado.
Al entrar en el laberinto, se encontraron con muchos obstáculos. Primero, un río de chocolate caliente bloqueaba el camino. "¡No te preocupes!" dijo Glim, "¡Yo puedo ayudar!" Con un golpe de su cuchara de helado, Glim convirtió el río en un delicioso helado de vainilla que podían cruzar.

Después, una serie de bolas de nieve rodantes comenzó a caer, amenazando con aplastarlos. Lily, con su valentía, corrió hacia adelante, guiando a sus amigos por un camino seguro entre las bolas de nieve. "¡Corran por aquí!" gritó, señalando el camino.
Finalmente, llegaron al centro del laberinto, donde encontraron al duende travieso. Estaba custodiando un gran cofre lleno de chispas mágicas. "¡Devuélvannos las chispas!" exigió Elijah.
"¡Nunca!" respondió el duende, con una sonrisa maliciosa. Pero Azal, recordando algo que su abuela le había enseñado, sacó de su bolso un pequeño silbato. Lo sopló con todas sus fuerzas, y el sonido, agudo y claro, resonó en el laberinto. El duende, sorprendido, dejó caer el cofre.
Lily, Elijah y Azal corrieron a recoger las chispas. Glim, usando su cuchara de helado, las reunió todas. Con las chispas de vuelta, el laberinto se convirtió en un hermoso jardín de invierno, lleno de luces y alegría.
Al salir del laberinto, Glim les agradeció con un gran abrazo. "¡Gracias, amigos! Sin ustedes, el invierno no sería lo mismo". Los tres amigos se despidieron, con la promesa de volver a visitarlo. Al regresar al jardín secreto, sintieron que algo mágico había cambiado en ellos. Habían aprendido que, con valentía, amistad y un poco de magia, ¡todo es posible! Y Azal, con su bolso aún lleno de recuerdos, sabía que lo más valioso era la aventura que habían vivido juntos.
De vuelta en el jardín secreto, Lily sintió el aroma de las flores aún más dulce, Elijah notó el canto de los pájaros con más alegría, y Azal guardó en su bolso el recuerdo de un día inolvidable. Y aunque el portal ya no brillaba, sabían que la magia, como las chispas de Glim, siempre estaría dentro de ellos, lista para ser descubierta.