En un mundo donde los sueños brillaban más que las estrellas, vivía una niña llamada Mei. Mei amaba dibujar con crayones de colores y descubrir los secretos de la historia. Un día, mientras exploraba cerca de su casa, Mei tropezó con la entrada a las Cuevas de Cristal. La curiosidad la empujó a entrar. Las cuevas relucían con una luz mágica, pintadas con miles de colores vibrantes. Cristales de todos los tamaños brillaban, creando un espectáculo deslumbrante. Mei, fascinada, caminaba por los senderos relucientes, sintiendo la frescura del aire y el eco suave de sus pasos. De repente, se encontró en una cámara escondida. En el centro, sentada sobre un trono de nubes, estaba la Reina Snoozle.

La Reina Snoozle vestía una capa de manta naranja y tenía una corona hecha de nubes de ensueño. Su piel era como el sol poniente, y sus ojos, dulces y soñolientos. En su mano, sostenía un cetro que esparcía un polvo dorado. "¡Oh, hola!" dijo la Reina Snoozle con una voz suave y acogedora. "Bienvenida a Naplandia. He estado durmiendo por cien años, ¡pero ahora estoy lista para nuevas aventuras!" Mei, asombrada, observó a la Reina. “Soy Mei. Es un placer conocerla, Reina Snoozle.” La Reina Snoozle explicó que Naplandia era un lugar especial donde todos podían tener siestas placenteras y entrar en los sueños de la gente. "Mi trabajo es asegurar que todos tengan sueños tranquilos y reparadores", explicó la Reina. “Puedo entrar en tus sueños para hacerlos más pacíficos, y todos pueden entrar en los sueños de los demás también.” Luego, la Reina Snoozle hizo una mueca. “Pero ahora hay un problema. Una 'Pesadilla Revoltosa' ha robado las nubes de ensueño que hacen que las siestas sean tan agradables. Sin ellas, las siestas son inquietas y nadie descansa bien. ¿Podrías ayudarme, Mei?" Mei, con una sonrisa en su rostro, asintió con entusiasmo. Le encantaba ayudar y le encantaba la idea de una aventura. “¡Por supuesto que sí, Reina Snoozle! ¿Cómo puedo ayudar?”

La Reina Snoozle, con una sonrisa agradecida, le entregó a Mei un mapa de las Cuevas de Cristal. “Necesitaremos encontrar las nubes de ensueño. Deben estar escondidas en algún lugar de estas cuevas”, dijo la Reina Snoozle. “Debemos encontrarlas antes de que los sueños de todos se vuelvan grises.” Y así comenzó la búsqueda. Juntas, Mei y la Reina Snoozle se adentraron en las cuevas. El camino era un laberinto de senderos brillantes y pasadizos secretos. El mapa de la Reina era muy útil, pero a veces los caminos parecían cambiar. “¿Qué hacemos ahora?” preguntó Mei. “¡Tengo una idea!” exclamó. Mei sacó su cuaderno de dibujo y comenzó a trazar el laberinto, anotando cada giro y cada cambio en el camino. Su habilidad para dibujar la ayudó a encontrar la salida de cada pasillo. Después de un tiempo, llegaron a un río de refrescos brillantes. "¡Qué maravilla!" exclamó Mei. “Pero no podemos nadar, ¡la corriente es muy fuerte!” La Reina Snoozle pensó por un momento. “Usaremos el poder de los sueños. Cierra los ojos y piensa en un bote.” Mei cerró los ojos y se concentró, pensando en un bote hecho de palitos de helado. ¡Puf! Un bote apareció, listo para navegar en el refresco. Juntas, cruzaron el río y continuaron su camino. Más adelante, encontraron un rompecabezas gigante, hecho de libros de historia. “Parece complicado…” dijo Mei, mirando los libros. “¡No te preocupes, Mei! Tienes un gran conocimiento de la historia. ¡Estoy segura de que podrás resolverlo!” dijo la Reina Snoozle. Mei, con su conocimiento, comenzó a buscar pistas y a ordenar los libros. Después de un rato, el rompecabezas se completó, revelando un pasaje secreto. “¡Lo hicimos!” exclamó Mei.
El pasaje secreto las llevó a una puerta custodiada por una criatura peculiar. Era un ser esponjoso y azul, con ojos grandes y brillantes. “¡Deténganse ahí!” gruñó la criatura, con una voz suave. “Nadie puede pasar sin mi permiso.” Mei, sin perder la calma, sacó su cuaderno de dibujo y un lápiz. “Me gustaría mucho hacer un retrato tuyo”, dijo Mei, con una sonrisa. La criatura, sorprendida, se quedó quieta. Mei comenzó a dibujar, capturando cada detalle de la criatura. Después de un rato, terminó su dibujo. La criatura miró el retrato y sonrió. “¡Es perfecto! Puedes pasar”, dijo la criatura, emocionada. “¡Nadie me había retratado antes!” Así, Mei y la Reina Snoozle pudieron continuar su viaje. Después de superar más obstáculos, llegaron al final del camino. Allí, escondida detrás de una gran roca, encontraron a la Pesadilla Revoltosa. Era una nube oscura y gruñona, con un ceño fruncido y ojos que brillaban con ira. “¡Esas nubes son mías! ¡Nadie debería disfrutar de las siestas! ¡Son aburridas!” gritó la Pesadilla Revoltosa. Mei, sin dudarlo, se acercó a la nube. “¿Por qué estás tan enfadado?”, preguntó Mei, con voz suave. “¿No ves? Todos están felices mientras duermen, pero nadie me presta atención”, respondió la Pesadilla Revoltosa. “Me siento solo.” Mei, con una idea brillante, le explicó a la nube la importancia de compartir alegría y de la belleza de los sueños. “Puedes ayudar con las siestas, haciendo los sueños aún más felices”, dijo Mei. “Puedes formar parte del mundo de los sueños, hacer que todos se sientan bien. ¿No te gustaría ser parte de eso?” La Pesadilla Revoltosa, al escuchar las palabras de Mei, sintió un cambio en su corazón. Comprendió que podía ser parte de algo bueno. Con una sonrisa, la Pesadilla Revoltosa devolvió las nubes de ensueño. Las siestas volvieron a ser pacíficas, y los sueños, dulces y felices. Mei y la Reina Snoozle se despidieron. Mei regresó a casa, con un nuevo cariño por los sueños y una nueva amiga. Y así, en las Cuevas de Cristal, la magia de los sueños continuó, gracias a la valentía y la bondad de una niña que amaba dibujar y la historia.