Érase una vez, en lo más alto del mundo, un lugar mágico llamado el Pico Merengue. Este pico no era como cualquier montaña; estaba hecho de nubes de merengue esponjosas y el aire olía a vainilla dulce. Era un lugar donde la felicidad flotaba con cada brisa y donde los sueños eran más dulces que cualquier golosina.
En este pico vivía Mimi, el Hada Malvavisco. Mimi era diminuta, con alas de color magenta que aleteaban como pétalos de flores. Tenía el poder de conceder deseos acogedores y transformar las pesadillas en delicias azucaradas. Siempre dejaba un rastro de chispas de azúcar allá donde iba, y su hogar era una tacita de té. ¡Imagina eso!
También habitaba en este mundo la Reina Snoozle, gobernante de la Tierra de los Sueños. Vestía una capa de manta y tenía el poder de dar a todos la capacidad de dormir una siesta donde quisieran. Su corona estaba hecha de nubes de ensueño, y llevaba un cetro que rociaba polvo para dormir.
Un día, algo extraño sucedió en el Pico Merengue. Las chispas de azúcar comenzaron a desaparecer. La gente, que normalmente dormía plácidamente bajo las estrellas, ahora tenía noches inquietas. Los sueños se volvieron confusos, y la paz, la deliciosa paz del Pico Merengue, parecía estar desvaneciéndose.
Mimi notó el cambio. Voló sobre el Pico Merengue, sus alas magenta revoloteando en un borrón. Vio a Aditya, quien había estado construyendo robots todo el día, ahora con sueño, pero incapaz de dormir. También vio a Akshay, que normalmente dormía como un tronco después de un partido de críquet, dando vueltas en su cama. "¡Algo anda mal!" pensó Mimi.
Preocupada, Mimi emprendió un viaje a la Tierra de los Sueños para hablar con la Reina Snoozle. Llegó a la Tierra de los Sueños y se encontró con la Reina Snoozle en su palacio de nubes. La Reina Snoozle, siempre serena, escuchó la historia de Mimi con atención.

"Debemos investigar esto", dijo la Reina Snoozle, y juntas partieron en busca del misterio. Siguieron el rastro de chispas de azúcar que se desvanecían, que las llevó a una cueva oculta. Y ahí, en la cueva, encontraron a Nimbus, un duende de las nubes gruñón que odiaba la dulzura y adoraba hacer ruidos fuertes. Nimbus estaba usando las chispas de azúcar para construir una máquina escandalosa. ¡Una máquina que hacía los ruidos más fuertes jamás oídos!
Mimi y la Reina Snoozle se miraron. ¡Nimbus estaba creando ruido en lugar de sueños!
"¿Por qué haces esto, Nimbus?" preguntó Mimi, con su dulce voz.
"¡Porque no me gusta la dulzura!" gruñó Nimbus. "¡Quiero que esta montaña sea el lugar más ruidoso de todos!"
Mimi explicó lo felices que hacían a todos las chispas de azúcar y lo importante que eran los sueños tranquilos para todos.
La Reina Snoozle intervino, "Nimbus, la armonía es importante. La dulzura y la tranquilidad se necesitan mutuamente para un buen equilibrio."

"¡No!" gritó Nimbus. "¡Quiero ruido!"
Mimi, en lugar de enfadarse, tuvo una idea. Usando su magia, transformó la cueva en un lugar donde los sueños se hacían realidad. Nimbus vio sueños dulces, donde todo era tranquilo y feliz. Vio a Akshay jugar al críquet y dormir plácidamente. Vio a Aditya construir robots y, después, descansar profundamente. Nimbus sintió una punzada de nostalgia, un anhelo por la paz.
La Reina Snoozle usó su cetro y roció un poco de polvo para dormir sobre Nimbus. El polvo calmó al duende gruñón. Nimbus, ahora sintiéndose tranquilo, entendió la importancia del equilibrio, y, con un suspiro, se comprometió a no usar más las chispas de azúcar para su máquina de ruido.
Las chispas de azúcar volvieron a brillar, y el Pico Merengue recuperó su magia. Todos volvieron a dormir plácidamente, soñando con malvaviscos y vainilla. Mimi y la Reina Snoozle trabajaron juntas con Nimbus para hacer del Pico Merengue un lugar aún mejor, un lugar donde el equilibrio y la armonía eran lo más importante.
De vuelta en sus camas, Aditya y Akshay sintieron una oleada de calma. El suave aroma a vainilla y las chispas de azúcar les envolvieron, y se durmieron.
Los sueños de Aditya estaban llenos de robots amigables que danzaban por el espacio, y los de Akshay, de carreras de críquet donde cada lanzamiento era perfecto.
Y así, el Pico Merengue se mantuvo como un lugar mágico, un recordatorio de que la amabilidad, la cooperación y el equilibrio son las cosas más importantes del mundo. Un mundo donde todos, incluso los duendes gruñones, pueden encontrar la felicidad en el dulce abrazo de los sueños.