En una estación espacial reluciente, orbitando un planeta lejano, vivían tres amigos muy especiales: Víctor, Benjamín y Fan. Víctor, con su capa imaginaria de superhéroe, siempre estaba listo para salvar el día. A Benjamín le encantaba leer sobre animales y explorar, soñando con parques llenos de árboles incluso en el espacio. Y Fan, con su gracia de bailarina y voz melodiosa, amaba contar historias y cantar canciones tradicionales. En esta estación espacial, flotaba una alegre perrita nube llamada Sunny, con un pelaje de algodón de azúcar y un ladrido que sonaba como campanillas. Sunny podía hacer que el sol brillara, y cuando se emocionaba, ¡dejaba un rastro de arcoíris!
Un día soleado, mientras jugaban a las escondidas, Fan descubrió algo inusual. “¡Miren!”, exclamó, señalando un brillo en el suelo. Era un rastro brillante, un sendero lleno de chispas y colores del arcoíris. “¡Parece que alguien perdió un montón de chispas mágicas!”, dijo Víctor, con una sonrisa. Decidieron seguir el rastro. ¿Adónde llevaría ese camino de arcoíris? El primer indicio los guio hacia la despensa de la estación, pero… ¡oh, sorpresa! Todos los bocadillos habían desaparecido. “¡Los bocadillos del espacio!”, gritó Benjamín, un poco consternado, ya que la hora de la merienda era sagrada.
Sunny, con su nariz rosada, comenzó a ladrar tristemente. Sus habituales saltos alegres se habían detenido, y en lugar de un arcoíris brillante, solo se veía una tenue estela. “Algo le pasa a Sunny”, dijo Fan, preocupada, deteniéndose en su baile. La perrita nube dejó caer una pequeña lágrima de algodón de azúcar, que flotó en el aire.

Siguiendo el rastro arcoíris, los amigos y Sunny, que se recuperaba lentamente, se adentraron en la estación espacial. Pasaron por el jardín hidropónico, donde Sunny solía hacer llover para las plantas. Luego, llegaron a una zona de gravedad cero, donde las cosas flotaban y giraban. Víctor, actuando como el líder, les indicó el camino. Benjamín, siempre observador, descubrió unas huellas extrañas. “Parecen… ¡huellas de algún animal!”, dijo, recordando los libros que leía sobre animales exóticos.
De repente, escucharon una música dulce. ¡Era el piano de la estación! Benjamín, al verlo, sintió una gran emoción, recordando cuando tocaba el violín en casa. Sunny, al notar el instrumento, comenzó a dar pequeños saltos, sintiendo el ritmo, y sus campanillas comenzaron a sonar. El grupo se abrió paso por pasillos y laboratorios. ¡Hasta que llegaron a una habitación donde todo flotaba! Era la sala de almacenamiento, pero todos los bocadillos ¡habían desaparecido!
En la sala flotante, el rastro de arcoíris llegaba a una máquina extraña que parecía estar conectada a… Sunny. La perrita nube parecía muy cansada y triste. “¡Algo está mal con la máquina!”, exclamó Fan. Sunny, con dificultad, logró señalar hacia una esquina oscura de la habitación.
En la oscuridad, encontraron a un pequeño ser travieso: un gremlin espacial. Tenía piel verde, orejas puntiagudas y una sonrisa pícara. El gremlin espacial estaba usando la máquina para robar los bocadillos y, sin darse cuenta, estaba absorbiendo la energía de Sunny, robándole su capacidad de crear arcoíris. “¡Ese es el villano!”, gritó Víctor, recordando sus historietas de superhéroes.

“Tenemos que detenerlo”, dijo Benjamín, listo para usar su conocimiento sobre animales. “Necesitamos encontrar su punto débil”. Fan, con su ingenio, sugirió: “¡Debemos distraerlo! ¡Con una historia y una canción!”. Víctor, imaginando un escudo invisible, se preparó para la acción.
Benjamín, usando sus conocimientos de los animales, descubrió que el gremlin, por su torpeza, no podía concentrarse si se le hacía cosquillas. Entonces, Fan comenzó a contar una historia llena de giros inesperados, cantando una canción tradicional que resonaba en los pasillos. El gremlin, intrigado por la historia y la canción, comenzó a reírse y a bailar. Víctor, mientras tanto, con su imaginación de superhéroe, creó un escudo invisible alrededor de Sunny, para protegerla.
Cuando el gremlin se descuidó, Víctor, Benjamín y Fan, ¡trabajando en equipo! lograron arreglar la máquina y liberar a Sunny. La perrita nube, sintiéndose mejor, saltó de alegría y, ¡puf!, un enorme arcoíris llenó la estación espacial, brillando con todos los colores imaginables.
El gremlin espacial, al darse cuenta de lo que había hecho, se sintió apenado. “Lo siento”, dijo, con voz temblorosa. “Solo quería probar los bocadillos… y me gusta mucho el brillo de los arcoíris”.
Los niños, con gran corazón, decidieron perdonarlo. Después de todo, todos habían cometido errores. Juntos, compartieron los bocadillos recuperados y Sunny, con su alegría renovada, convirtió el resto de la merienda en una fiesta de colores. El gremlin espacial, ahora amigo, aprendió que la amistad y compartir son mucho más divertidos que robar. Y así, en la estación espacial, la amistad, los arcoíris y los bocadillos deliciosos celebraron una nueva era de alegría.