En las profundidades del océano, donde el sol danzaba en rayos dorados, se encontraba la asombrosa ciudad submarina de Aquamarina. Sus casas, construidas con coral brillante y burbujas centelleantes, parecían cohetes espaciales listos para despegar hacia las estrellas. En el centro de la ciudad, una gran plaza se asemejaba a un planetario, con cúpulas que mostraban constelaciones brillantes. Allí vivían tres amigos muy especiales: Frizzle, el Dragón Arcoíris; Glim, el Mago de las Bolas de Nieve; y Sprout, el Brócoli Espacial.
Frizzle, con sus escamas de color azul violeta, era un dragón amigable que exhalaba brillantina en lugar de fuego. Sus senderos de brillo duraban exactamente una hora, y sus escamas cambiaban de color según sus emociones. Amaba las fiestas de té en las cimas de las montañas (aunque en Aquamarina, eso significaba las montañas de coral más altas).
Glim, de color azul aciano, era un mago sabio con una barba hecha de copos de nieve suaves. Podía crear nieve en cualquier clima y vivía en un castillo de helado que nunca se derretía. Su bastón era un carámbano encantado, y siempre tenía una sonrisa amable.
Sprout, un superhéroe de color verde turquesa oscuro, era un brócoli espacial con una capa hecha de lechuga indestructible. Podía crecer hasta el tamaño de una casa y se comunicaba telepáticamente con todas las verduras. Siempre estaba dispuesto a hacer el bien.
Un día, algo terrible sucedió. Las algas brillantes que iluminaban Aquamarina, las que hacían que la ciudad resplandeciera como un tesoro, comenzaron a perder su brillo. La luz se atenuaba, y la alegría de la ciudad parecía desvanecerse con ella.
“¡Esto es terrible!”, exclamó Frizzle, sus escamas cambiando a un tono preocupado.
“Debemos descubrir qué está pasando”, dijo Glim, frunciendo el ceño.
“¡Yo los acompaño!”, gritó Sprout, levantando un puño.
Los tres amigos se embarcaron en una investigación. Frizzle, siguiendo el rastro de la última vez que las algas brillaron con intensidad, lideró el camino con sus senderos de brillantina. El rastro los guio hacia una cueva submarina misteriosa, un lugar oscuro y desconocido.

Al entrar, se encontraron con una serie de rompecabezas. Había puertas que se abrían solo con la combinación correcta de conchas marinas, laberintos de coral intrincados, y acertijos de estrellas marinas. Oliver, que adoraba los rompecabezas, seguro habría disfrutado esto, pensó Frizzle.
“¡Yo me encargo de esto!”, dijo Glim. Con su magia, creó un puente temporal de hielo para cruzar un abismo. Sprout, con su fuerza sobrehumana, movió enormes rocas para revelar el camino correcto. Juntos, resolvieron cada enigma.
Finalmente, llegaron al final de la cueva y descubrieron la causa del problema: un caracol de mar gruñón. Este caracol odiaba la luz brillante de las algas y, para su pesar, había estado cubriendo las algas con una sustancia pegajosa y oscura.
“¡Vete!”, gruñó el caracol, que era de color gris y tenía una expresión infeliz.
“¿Por qué haces esto?”, preguntó Frizzle, con suavidad.
“¡La luz me molesta! ¡Me gusta la oscuridad!”, respondió el caracol, con la voz ronca.
“Pero la luz es lo que hace que Aquamarina sea hermosa”, explicó Glim.
“Sí, y hace felices a todos”, agregó Sprout. “Sin luz, la ciudad no es la misma”.
Los amigos intentaron razonar con el caracol, pero él se mantuvo firme en su postura. No quería la luz y estaba decidido a mantener las algas oscuras.

Después de mucha reflexión, Sprout tuvo una idea. “Quizás”, dijo, “la solución no es esconder la luz, sino encontrar algo que te haga feliz”.
“¿Feliz? ¡No entiendo!”, respondió el caracol.
“Quizás… necesitas amigos”, sugirió Frizzle, con una sonrisa.
“¡Una fiesta!”, exclamó Glim, con los ojos brillantes. “Una fiesta para el caracol”.
Sprout, Frizzle y Glim se pusieron a trabajar. Frizzle usó su brillantina para decorar toda la cueva, creando un ambiente festivo. Glim creó helados con forma de copos de nieve, el postre favorito del caracol. Sprout preparó una variedad de bocadillos saludables, incluyendo sus famosos pastelitos de brócoli.
Cuando todo estuvo listo, invitaron al caracol a la fiesta. Al principio, el caracol se mostró reacio, pero la curiosidad lo venció. Al probar el helado y ver la brillantina, una sonrisa, por primera vez, asomó en su cara. Comenzó a reír, y poco a poco, su mal humor se disipó.
El caracol, por primera vez, sintió una chispa de alegría y decidió ayudar. Con la ayuda de los amigos, el caracol removió la sustancia pegajosa y oscura de las algas.
La luz de las algas regresó, más brillante que nunca. Aquamarina brilló, y la ciudad celebró con alegría. Las escamas de Frizzle se tornaron de todos los colores del arcoíris, Glim hizo nevar copos de nieve con forma de estrellas, y Sprout repartió pastelitos de brócoli.
El caracol se convirtió en un nuevo amigo. Comprendió que todos tienen sus propias necesidades y que la amistad y la comprensión son claves para la felicidad. Se unió a las celebraciones, aprendiendo a disfrutar de la luz y la compañía.
Los tres amigos celebraron con una fiesta de té, compartiendo brillantez, helado y bocadillos de brócoli. Habían aprendido que, trabajando juntos y entendiendo las necesidades de los demás, cualquier problema se puede resolver.