En una estación espacial que parecía una gran rosquilla de colores flotando en el espacio, vivía una plantita muy especial llamada Clover. Clover era un Brote del Bosque, de un tono rosa intenso, con hojas que brillaban en la oscuridad y una flor diferente creciendo en la cima de su cabeza cada día. ¡Y, por si fuera poco, Clover podía hablar con todas las plantas y crear perfumes naturales cuando estaba contenta! Un día, mientras el sol cósmico le hacía cosquillas a sus hojitas, Clover recibió una invitación que brillaba con la luz de mil estrellas. La invitación, escrita con hermosas letras de caligrafía, era para participar en los Juegos Zappy, ¡una competencia de deportes galáctica! "¡Oh, qué emoción!" exclamó Clover, ¡pensando en todos los dibujos que podría hacer de la estación espacial y de los diferentes seres que asistirían! Se imaginaba el brillo de las medallas, el colorido de los uniformes, y se puso a dibujar en su cuaderno, ideando un traje especial con hojas brillantes y flores danzantes.

Clover, llena de alegría, se preparó para la gran aventura. Empacó su cuaderno de dibujo, sus lápices de colores, y un frasco lleno de tierra de su planeta natal, por si acaso necesitaba sentir la conexión con la naturaleza. Cuando llegó a la estación espacial, sus ojos se abrieron de sorpresa. ¡Era un espectáculo! Había criaturas de todos los rincones de la galaxia: robots veloces, alienígenas con antenas parpadeantes y seres gelatinosos que rebotaban por todos lados. El anuncio de los Juegos Zappy, con una voz vibrante y llena de energía, dio la bienvenida a todos los competidores. "¡Bienvenidos a los Juegos Zappy! ¡Que empiece la diversión!" dijo el anunciador.
El primer evento era el 'Circuito de Obstáculos del Cosmos'. El circuito era una pista llena de retos increíbles: puentes flotantes hechos de nubes de algodón de azúcar, túneles de cristales que cambiaban de color y plataformas que se movían al ritmo de la música espacial. Clover, con su energía y entusiasmo, empezó a correr. Al principio, todo era emocionante. Saltó sobre las nubes de algodón, se deslizó por los túneles de cristal, y se balanceó en las plataformas. Pero, ¡ay!, las cosas se pusieron difíciles. La velocidad aumentó, los obstáculos se volvieron más complicados, y Clover empezó a sentirse un poco desanimada. En un momento dado, al intentar cruzar un río de lava espacial, se sintió un poco unida. Las llamas parecían burlarse de sus esfuerzos. "¡No puedo!" susurró Clover, sintiendo que las ganas se le escapaban.

De pronto, un amigo alienígena, con una sonrisa amigable, le tendió la mano. "¡Vamos, Clover! ¡Tú puedes!" le animó. Un robot brillante, con luces de todos los colores, asintió con la cabeza. "¡No te rindas! ¡Eres increíble!" le dijo. Clover, al escuchar las palabras de sus amigos, sintió un calor en el corazón. Recordó lo mucho que le gustaba dibujar, y pensó: "¿Qué haría si fuera una flor en este circuito?"
Entonces, Clover tuvo una idea. Con su conexión con las plantas, usó su habilidad para comunicarse con las flores espaciales que crecían en el circuito. Les pidió que la ayudaran a crear un puente de hojas gigantes que la llevara al otro lado del río de lava. Las flores, encantadas, la obedecieron. Clover dibujó con su mente el diseño, ¡como si estuviera haciendo caligrafía con hojas y flores! Así, con la ayuda de sus amigos y su creatividad, Clover completó el circuito. Cuando llegó a la meta, el anunciador gritó con entusiasmo: "¡Clover, la Brote del Bosque, lo ha logrado! ¡Qué espectáculo de perseverancia y creatividad!" Todos los competidores, de todas las formas y tamaños, aplaudieron a Clover.
En la ceremonia final, Clover recibió una medalla brillante y un gran ramo de flores espaciales. Pero el mejor premio fue la alegría de haberlo intentado y de haber descubierto que, incluso en los momentos difíciles, la amistad y la creatividad pueden hacer que cualquier cosa sea posible. Clover, sonriendo, pensó en los dibujos que haría para recordar este día, y sintió que su corazón se llenaba de felicidad. Había aprendido que lo importante no era ganar, sino disfrutar del viaje y apoyar a los demás. Y así, Clover, la pequeña Brote del Bosque, continuó su vida en la estación espacial, dejando un rastro de alegría y flores por dondequiera que iba. ¡Y colorín colorado, este cuento espacial se ha terminado!