James Watt y el poder del vapor
¡Hola. Me llamo James Watt y quiero contarte cómo un niño curioso de Escocia ayudó a cambiar el mundo. Cuando era pequeño, allá por la década de 1740, mi lugar favorito era el taller de mi padre. Él construía barcos e instrumentos de navegación, y su taller estaba lleno de herramientas fascinantes. Yo no jugaba mucho con otros niños. En cambio, pasaba horas desarmando mis juguetes solo para ver cómo funcionaban por dentro y luego intentaba volver a armarlos. Me encantaba resolver rompecabezas. Un día, mientras estaba sentado junto al fuego, observé cómo hervía una tetera. El vapor resoplaba y empujaba la tapa hacia arriba con una fuerza sorprendente. ¡Clac, clac, clac. Me quedé hipnotizado. ¿Cómo podía algo tan ligero como el vapor tener tanta fuerza. ¿Podría esa fuerza usarse para algo más que levantar la tapa de una tetera. Esa simple pregunta se convirtió en el gran rompecabezas de mi vida, una pregunta que me llevaría a un viaje increíble para desatar el poder del vapor.
Cuando crecí, conseguí un trabajo como fabricante de instrumentos en la Universidad de Glasgow. Era el lugar perfecto para alguien como yo, siempre rodeado de ideas y máquinas nuevas. Un día, en 1763, me pidieron que reparara el modelo de una máquina de vapor Newcomen. Estas máquinas, a las que yo llamaba "resopladoras", se usaban para bombear agua fuera de las minas, pero no eran muy buenas. ¡Gastaban una cantidad enorme de vapor y carbón. Observé el modelo con atención. Para funcionar, el vapor llenaba un cilindro y lo empujaba hacia arriba. Luego, se rociaba agua fría dentro del cilindro para enfriar el vapor y convertirlo de nuevo en agua, lo que hacía que el cilindro bajara. El problema era que todo el cilindro se enfriaba y luego había que volver a calentarlo para el siguiente empuje. ¡Qué desperdicio de energía. Me pasé meses pensando en ello. El rompecabezas me daba vueltas en la cabeza. Entonces, un domingo de 1765, mientras paseaba por un parque, ¡zas. La solución apareció en mi mente. ¿Y si el vapor se enfriara en un lugar separado. Podríamos mantener el cilindro principal caliente todo el tiempo y llevar el vapor a otro recipiente, un condensador separado, para enfriarlo. ¡Así no se desperdiciaría energía calentando el cilindro una y otra vez. Estaba tan emocionado que corrí de regreso a mi taller. Sin embargo, tener una idea es una cosa y construirla es otra. Me llevó años de arduo trabajo, pruebas y fracasos. Finalmente, me asocié con un hombre de negocios brillante llamado Matthew Boulton. Él creía en mi idea y tenía los recursos para ayudarme a construir mis motores a gran escala. Juntos, creamos la firma Boulton y Watt, y comenzamos a construir las máquinas de vapor más eficientes que el mundo había visto.
Ver mis motores en acción fue el sentimiento más increíble que puedas imaginar. Al principio, se usaron en las minas de carbón y estaño, bombeando agua de las profundidades de la tierra de manera mucho más rápida y barata que las viejas máquinas resopladoras. Pero eso fue solo el comienzo. Pronto, nuestras máquinas de vapor estaban en las fábricas textiles, impulsando los telares que tejían algodón para hacer ropa. Las fábricas ya no necesitaban estar cerca de los ríos para usar la energía del agua. ¡Podían construirse en cualquier lugar. Mi invento ayudó a impulsar algo que la gente ahora llama la Revolución Industrial. Nuestras máquinas no solo cambiaron la forma en que la gente trabajaba, sino que también inspiraron otras ideas grandiosas, como los trenes de vapor que podían cruzar países y los barcos de vapor que podían navegar contra la corriente. Mirando hacia atrás, todo comenzó con una simple pregunta sobre una tetera hirviendo. Mi historia muestra que la curiosidad es una fuerza poderosa. Así que nunca dejes de hacer preguntas. Nunca dejes de intentar resolver los rompecabezas que ves en el mundo. Nunca sabes a dónde te puede llevar una simple pregunta y un poco de perseverancia.
Preguntas de Comprensión de Lectura
Haz clic para ver la respuesta