La Magia Perdida de la Fábrica de Caramelos La Magia Perdida de la Fábrica de Caramelos - Image 2 La Magia Perdida de la Fábrica de Caramelos - Image 3

La Magia Perdida de la Fábrica de Caramelos

0
0%

En una fábrica muy especial, la Fábrica de Robots, donde los engranajes clangoteaban y los motores zumbaban, vivía una pequeña hada llamada Mimi, la Hada Malvavisco. Mimi era diminuta, con alas color magenta y un aroma a vainilla que llenaba el aire. Su casa era una linda taza de té, escondida entre los brazos metálicos de los robots. Mimi tenía un don especial: podía conceder deseos acogedores. Si te sentías triste, ¡pum!, Mimi te regalaba un abrazo de malvavisco que te hacía sentir mejor.

Todos los días, Mimi se despertaba con el sol, flotando por la fábrica. Dejaba un rastro de chispas de azúcar al volar, y su sola presencia convertía cualquier día gris en uno dulce y brillante. A Mimi le encantaba su trabajo. Pero un día, algo extraño ocurrió. Mimi intentó conceder un deseo a un pequeño robot que soñaba con bailar, pero... ¡nada! Sus chispas mágicas no funcionaban. “¡Oh, no!”, exclamó Mimi, sintiéndose un poco tímida. “¿Qué voy a hacer?”.

En ese momento, escuchó una risa alegre. Era Gabriela, una niña de tres años con el pelo recogido en dos coletas que saltaba y bailaba por la fábrica, tarareando una canción. Gabriela amaba cantar, bailar y jugar, y siempre irradiaba alegría. Mimi, observando a Gabriela, sintió un cosquilleo en su corazón. Aunque su magia no funcionaba, todavía podía intentar ayudar a los demás.

La Magia Perdida de la Fábrica de Caramelos - Part 2

Mimi voló hacia los robots, buscando ayuda. El Robot Limpiador, con sus enormes brazos, intentó arreglar la magia de Mimi, pero en vez de magia, roció a Mimi con un poco de aceite. El Robot Bailarín, con sus movimientos torpes, trató de sacudir la magia de vuelta, pero solo logró hacer reír a Mimi. El Robot Cantante, con su voz metálica, cantó una canción sobre la magia perdida, pero tampoco funcionó. Mimi se sentía cada vez más triste.

Pero, recordando la alegría de Gabriela, Mimi decidió no rendirse. Intentó convertir los malos sueños de los trabajadores de la fábrica en dulces golosinas. A un robot que soñaba con tornillos oxidados, Mimi le ofreció un caramelo con forma de tornillo. A otro, que soñaba con tuercas perdidas, le regaló un malvavisco de tuerca. La magia no era perfecta, pero ver las sonrisas de los robots hizo que Mimi se sintiera un poco mejor.

Entonces, mientras limpiaba su taza de té, ¡vio una chispa de azúcar! “¡Una chispa!”, exclamó. “¡Eso es! ¡Las chispas de azúcar! ¡Ahí está mi magia!”. Mimi siguió el rastro de chispas, que brillaban débilmente por el suelo. El camino la llevó a una parte oculta de la fábrica, un lugar lleno de polvo y engranajes olvidados.

Gabriela, que seguía jugando por la fábrica, vio a Mimi y la siguió. “¡Mimi, Mimi!”, canturreó. “¿Qué pasa?”. Mimi, un poco avergonzada, le contó a Gabriela sobre su magia perdida y las chispas. Gabriela, con su gran corazón, se ofreció a ayudar.

La Magia Perdida de la Fábrica de Caramelos - Part 3

Juntos, Mimi y Gabriela exploraron la zona. Los robots, al verlas, se unieron a la búsqueda. El Robot Bailarín, con un movimiento inesperado, tropezó con algo. “¡Aquí hay algo!”, gritó. Era un engranaje muy viejo y gruñón, escondido en la oscuridad. El viejo engranaje tenía todas las chispas de azúcar.

“¿Por qué tienes mis chispas?”, preguntó Mimi con voz suave. El engranaje gruñón respondió con voz metálica: “¡Es que las chispas me distraían! ¡No podía hacer mi trabajo!”. Mimi le explicó al engranaje que las chispas eran importantes, que hacían felices a los demás y que su magia dependía de ellas. El engranaje, escuchando las palabras de Mimi y viendo la tristeza en sus ojos, sintió un poco de vergüenza.

Finalmente, el engranaje, con un suspiro, liberó las chispas de azúcar. Mimi, sintiendo el cosquilleo de la magia regresar, sonrió. Volvió a tener su magia. Con la ayuda de Gabriela, Mimi empezó a conceder deseos a todos en la fábrica. El Robot Bailarín pudo bailar sin problemas. El Robot Cantante cantó con una voz aún más brillante. Y todos los robots, incluyendo al gruñón engranaje, recibieron su deseo de sentir alegría.

La fábrica se llenó de música, baile y el dulce aroma de vainilla y malvaviscos. Gabriela, cantando y bailando, celebraba la alegría que Mimi había traído de vuelta. Y el viejo engranaje, sintiéndose ahora parte de la familia de la fábrica, aprendió que compartir la felicidad es mucho más divertido que estar solo.

Reading Comprehension Questions

Answer: Se llama Mimi, el Hada Malvavisco.

Answer: Porque su magia había desaparecido.

Answer: Aprendió que compartir la felicidad y la alegría es mejor que estar solo y gruñón.
Debug Information
Story artwork
La Magia Perdida de la Fábrica de Caramelos 0:00 / 0:00
Want to do more?
Sign in to rate, share, save favorites and create your own stories!