Una historia de valor: Mi vida como John F. Kennedy

Hola, mi nombre es John Fitzgerald Kennedy, pero todos mis amigos y familiares siempre me llamaron Jack. Nací el 29 de mayo de 1917 en un pueblo llamado Brookline, Massachusetts. Mi hogar siempre estuvo lleno de energía y ruido, ¡y no es para menos! Crecí con ocho hermanos y hermanas. Nuestros padres, Joseph y Rose, nos enseñaron dos cosas muy importantes: a ser competitivos y a dar siempre lo mejor de nosotros, pero también a cuidarnos y apoyarnos mutuamente como un equipo. Papá era un hombre de negocios y político muy exitoso, y mamá era el corazón de nuestra familia, asegurándose de que todos fuéramos educados, amables y fuertes. Desde pequeño, no siempre tuve la mejor salud. Pasé mucho tiempo en cama debido a varias enfermedades. Al principio, me sentía frustrado por no poder correr y jugar como los otros niños, pero pronto descubrí un mundo maravilloso en los libros. La lectura se convirtió en mi gran aventura. Podía explorar tierras lejanas, conocer a héroes de la historia y aprender sobre el mundo sin tener que salir de mi habitación. Estas enfermedades, aunque difíciles, me enseñaron a ser paciente y resiliente. Aprendí a encontrar la fuerza dentro de mí y a no rendirme, una lección que me serviría durante toda mi vida. Crecer en la familia Kennedy significaba que siempre había un debate o una competencia en marcha, ya fuera en la mesa o en el campo de fútbol. Este ambiente me preparó para pensar críticamente y defender mis ideas.

Cuando crecí, fui a la Universidad de Harvard. Fue allí, a finales de la década de 1930, donde mi interés por el mundo más allá de Estados Unidos realmente floreció. En Europa, la Segunda Guerra Mundial estaba comenzando, y yo seguía las noticias con mucha atención, tratando de entender las complejas fuerzas que estaban llevando a las naciones al conflicto. Escribí mi tesis universitaria sobre por qué Gran Bretaña no estaba preparada para la guerra, y más tarde se convirtió en un libro. Cuando Estados Unidos entró en la guerra en 1941 después del ataque a Pearl Harbor, supe que no podía quedarme al margen. Me uní a la Marina de los Estados Unidos, ansioso por servir a mi país. Me dieron el mando de una pequeña y rápida lancha torpedera llamada PT-109 en el Océano Pacífico. En la noche del 2 de agosto de 1943, ocurrió un desastre. En la oscuridad total, un destructor japonés chocó contra nuestra pequeña lancha, partiéndola en dos. La explosión nos lanzó al agua ardiente. Dos de mis tripulantes murieron, pero once sobrevivimos. Como su comandante, mi responsabilidad era llevarlos a un lugar seguro. Nadamos durante horas en aguas peligrosas hasta que llegamos a una pequeña isla desierta. Estábamos heridos, agotados y sin comida. Durante días, nadé a otras islas en busca de ayuda. Finalmente, encontré a unos isleños amigables y les di un mensaje que había tallado en la cáscara de un coco. Ese coco se convirtió en nuestra salvación. Gracias a ese mensaje, fuimos rescatados. La experiencia en el PT-109 me enseñó más sobre el liderazgo y el coraje de lo que cualquier libro podría haberlo hecho.

Después de que la guerra terminó en 1945, regresé a casa como un héroe, pero sentía que mi servicio apenas había comenzado. Quería seguir contribuyendo al bienestar de mi país, así que decidí entrar en la política. En 1946, la gente de Massachusetts me eligió para representarlos en el Congreso, y luego, en 1952, me convertí en senador. Durante esos años, trabajé arduamente en temas que creía que mejorarían la vida de los estadounidenses. Fue también en esta época cuando conocí a una mujer increíblemente inteligente y elegante llamada Jacqueline Bouvier. Nos casamos en 1953, y ella se convirtió en mi mayor apoyo y compañera. Para 1960, sentí que estaba listo para un desafío mayor. Anuncié mi candidatura a la presidencia de los Estados Unidos. Mi oponente era Richard Nixon, el vicepresidente en ese momento. La campaña fue emocionante e intensa. Por primera vez en la historia, los debates presidenciales fueron televisados. Millones de personas nos vieron discutir nuestras ideas desde sus salas de estar. Esas noches fueron cruciales y me ayudaron a conectar con el pueblo estadounidense. Les hablé de mi visión de un país lleno de energía, listo para enfrentar nuevos desafíos. El 8 de noviembre de 1960, fui elegido como el 35º Presidente, convirtiéndome en el presidente más joven jamás elegido en la historia de la nación. Fue un momento de gran orgullo y una enorme responsabilidad.

Al asumir la presidencia en enero de 1961, hablé de una "Nueva Frontera". No me refería a un lugar en un mapa, sino a una frontera de desafíos y oportunidades, de ciencia y espacio, de paz y guerra, de ignorancia y prejuicio. Quería inspirar a una nueva generación a involucrarse. Una de mis primeras iniciativas fue la creación del Cuerpo de Paz en 1961, un programa que enviaba a jóvenes voluntarios estadounidenses a países de todo el mundo para ayudar en proyectos de educación, agricultura y salud. También miré hacia las estrellas y declaré que Estados Unidos debía comprometerse a llevar un hombre a la Luna antes de que terminara la década. Era un objetivo audaz que impulsaría la innovación y la exploración. Sin embargo, mi presidencia también enfrentó momentos muy peligrosos, especialmente durante la Guerra Fría con la Unión Soviética. En octubre de 1962, el mundo contuvo la respiración durante la Crisis de los Misiles en Cuba, cuando estuvimos al borde de un conflicto nuclear. Fueron trece días de tensas negociaciones, pero logramos encontrar una solución pacífica. Trágicamente, mi tiempo para liderar esta Nueva Frontera fue interrumpido. El 22 de noviembre de 1963, mientras visitaba Dallas, Texas, mi vida terminó. Fue un día de gran tristeza para la nación y el mundo. Aunque mi presidencia fue corta, espero que mi mensaje siga vivo. Siempre creí en el poder de cada individuo para marcar la diferencia. Por eso, en mi discurso inaugural, dije unas palabras que todavía resuenan: "No pregunten qué puede hacer su país por ustedes, pregunten qué pueden hacer ustedes por su país".

Preguntas de Comprensión de Lectura

Haz clic para ver la respuesta

Answer: La lancha PT-109, comandada por John F. Kennedy, fue embestida y hundida por un destructor japonés durante la noche en la Segunda Guerra Mundial. Kennedy demostró liderazgo al reunir a los supervivientes, nadar durante horas para llevarlos a una isla segura a pesar de sus propias heridas, y finalmente al tallar un mensaje de rescate en un coco que entregó a unos isleños, lo que llevó a su rescate.

Answer: Kennedy demostró resiliencia, valentía y liderazgo. Su resiliencia se formó durante sus enfermedades infantiles. Mostró valentía al salvar a su tripulación del PT-109. Su liderazgo fue evidente al guiar a su tripulación a un lugar seguro y más tarde al inspirar a la nación como presidente con su visión de la "Nueva Frontera".

Answer: La "Nueva Frontera" no era un lugar físico, sino una metáfora de los desafíos y oportunidades que enfrentaba Estados Unidos. Representaba el progreso en la ciencia, los derechos civiles y la paz mundial. Dos acciones que representaron esta idea fueron la creación del Cuerpo de Paz para ayudar a otros países y el establecimiento del audaz objetivo de llevar a un estadounidense a la Luna.

Answer: La lección principal es sobre la responsabilidad cívica y el servicio. Kennedy estaba animando a la gente a no esperar pasivamente que el gobierno resolviera todos sus problemas, sino a ser ciudadanos activos que contribuyeran positivamente a su comunidad y a su nación.

Answer: Sus problemas de salud tempranos le enseñaron paciencia, perseverancia y a encontrar fuerza interior. Esta resiliencia mental y emocional fue crucial más tarde. Le ayudó a mantener la calma y a liderar bajo una presión inmensa durante la terrible experiencia del PT-109 y durante las tensas negociaciones de la Crisis de los Misiles en Cuba, donde una decisión equivocada podría haber tenido consecuencias catastróficas.